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No deja de llamar la atención la desproporción con la que se refieren muchas y muchos cristianos al proyecto de despenalización de la interrupción voluntaria del embarazo en tres causales.

Desde hace mucho tiempo que la radicalidad o no radicalidad con que interpretamos la teología cristiana de la gracia se puede ver reflejada en la interpretación que hacemos de la soberanía y los usos del cuerpo. Este proyecto de despenalización junto con, por ejemplo, la tramitación de un posible matrimonio igualitario, son sin duda, muestra de ello. Logran reflejar hasta dónde lo que opera en nuestra teología es el deseo de control del cuerpo y de la vida de los demás, antes que la defensa de la vida en todas sus formas como les gusta afirmar a quienes se autodenominan “pro-vida”; en definitiva, una preocupación fundada en el control y reglamentación de la vida de los demás antes que entender y acompañar el sufrimiento de quien se encuentra en una situación límite, que sería a mi juicio, la llamada incondicional de la gracia en la teología cristiana. El deseo de penalización con el que muchos y muchas viven su fe cristiana, parece negar absolutamente lo que el evangelio mismo quiere afirmar: la vida abundante. Esto es lo que está en juego en un proyecto de ley como este. Por eso se hace necesario preguntar a quienes se dicen defensores de la vida: ¿Cuál es la vida que se quiere defender cuando se afirma que se defiende la vida? Parece ser que la vida defendida es una vida precarizada y sacrificada,  una vida precarizada que termina justificándose como “la voluntad de Dios”. Detrás de este proyecto de ley existe la necesidad de formularnos una pregunta fundamental: ¿qué vida merece ser vivida? A veces pareciera que muchas comunidades cristianas disfrutaran de la pobreza, de la injusticia y de las vidas precarizadas para afirmar la necesidad de un dios, pero un dios tirano, absoluto y feudal que exige reconocer de parte de sus criaturas una total dependencia. Cuando uno critica esta imagen de un dios todopoderoso, insensible al sufrimiento humano, que obliga pero no se compromete con la realidad humana (recordar que la imagen que tenemos de Dios refleja nuestro propio comportamiento hacia la realidad),  muchos creyentes parecen perder los estribos, puesto que en la critica a ese imaginario de dios tiende a tambalear y se revela una mirada ingenua de la realidad, donde pareciera ser que las cosas simplemente suceden sin la intervención humana. Como si nuestra vida no interviniera en lo que hemos llamado naturaleza y desdibujara la imagen que teníamos en la antigüedad sobre una naturaleza que funciona independiente de nosotros. Como si nuestra vida para que resulte “abundante” no funcionara a través del consumo por ejemplo de “antibióticos” que interrumpirían un desenlace fatal o “natural”, si no fuesen consumidos. Como si dijéramos: “no interrumpamos el proceso natural de una enfermedad con antibióticos porque es la voluntad de Dios lo que ha sucedido, antes bien, esperemos su voluntad sin introducir un suplemento humano como una pastilla o una inyección”. Se trata de hacernos cargo de una realidad.

Resulta engañoso el problema de la interrupción del embarazo si hablamos de la vida a secas, justamente porque lo que se juega en la ley son casos límite y de nuestra responsabilidad en medio de ello. Por supuesto que esta ley es insuficiente. No resuelve del todo un problema aun mayor. Pero lo que pretende, y por eso me alegra su tramitación, es el hecho de “despenalizar a la mujer”, quitar la culpa y la pena de su decisión. Una decisión brutalmente difícil. Da la posibilidad de no condenar a aquellas que toman una decisión de interrupción voluntaria en una situación límite. Da la posibilidad de la decisión libre. Ante tales situaciones límites cada uno de nosotros actuaría de manera distinta. Esta ley quiere garantizar esta posibilidad. ¿Por qué alguien pretende poder obligar a otras a vivir un futuro que no quiere vivir? ¿Por qué obligar a una mujer a ser madre cuando fue violada o a ser madre cuando su vida está en riesgo o cuando la inviabilidad del feto es un hecho? ¿Por qué obligar a una mujer a pasar por todo el sufrimiento y la obligación de generar un vínculo posible con un ser al que le será imposible sobrevivir debido sus malformaciones? Más aun, cuando se trata eufemísticamente el problema y se reduce a un asunto entre los pro-aborto y los pro-vida, justamente lo que se está pasando por alto es el sufrimiento humano. Cuando se obliga a alguien a aceptar su sufrimiento y su destino, ¿no es acaso la muestra más fehaciente de una religión al servicio del status quo, de la mantención del poder y de las relaciones de opresión tal y como la intentan perpetuar quienes detentan el poder, una religión al servicio de la opresión?  Es bueno recordar a quienes están contra la ley de despenalización cuáles son los tres causales que considera: 1. Peligro para la vida de la mujer; 2. Inviabilidad fetal de carácter letal y 3. Embarazo por violación. (revisar Ley). En definitiva, este proyecto de ley y nuestra actitud hacia él refleja qué vida estamos dispuestos a defender y qué vida estamos dispuestos a reproducir; de ahí que para nosotras y nosotros cristianos, explicaría además el por qué muchas personas están tan alejadas de nuestras congregaciones y comunidades, al ver con frecuencia cuán alejados de la vida cotidiana estamos y al ver las exigencias morales absolutamente gratuitas y desproporcionadas con que cargamos a los demás en nombre de nuestro Dios, demostrando cuán insensibles nos hemos vuelto a la vida y sufrimiento humanos. Quizás sea bueno terminar recordando las palabras de Jesús en torno a un problema distinto pero vinculado, esto es, sobre qué significa la obediencia a la ley en la observancia del día de reposo. En el evangelio de Marcos, una parte de los judíos realiza una interpretación radical de la ley y considera que los discípulos de Jesús habían profanado el día de reposo al recoger espigas; en Lucas se intensifica el problema al agregar la sanidad de un hombre con una mano seca que es sanado por Jesús en día sábado.  Jesús les responde a sus adversarios: “El sábado fue hecho por causa del hombre no el hombre por causa del sábado” (Mr. 2. 27). La reinterpretación que Jesús realiza de la ley es un esfuerzo por alinearse con las necesidades y el sufrimiento humano. Esta es la clave del evangelio, de eso se trata, de otro modo nunca podría ser una buena nueva para nadie. Por eso para muchos de nosotros, la condena a la ley de despenalización de la interrupción voluntaria del embarazo es una negación del evangelio.

Pablo Pavez es el coordinador de la Pastoral de Jóvenes de la IELCH, estudiante del Magíster de Pensamiento Político contemporáneo de la Universidad Diego Portales, Profesor de Filosofía.

Fuente: http://www.iglesiaysociedad.cl/pro-vida-o-una-defensa-de-la-vida-precarizada/

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